Esa
frase que se supone que es la bandera del amor verdadero, la gran promesa ante
el altar a veces y de corazón otras.
Una
frase que entra en nosotros mientras tomamos la mano y miramos a los ojos a esa
persona por quién estamos convencidos que daríamos todo, absolutamente todo
para que este bien…
Y
empieza la relación…. feliz, disfrutando de la novedad de compartir. Una
sonrisa detrás de otra con ese tiempo junto, con ir construyendo esa relación
que siempre hemos soñado, donde están puestas todas nuestras ilusiones.
Pero
de pronto, en el momento menos esperado, quizás cuando mejor podemos estar, llega
la hora de poner a prueba esa frase que prometimos con tanto amor y tanta fe.
Sin
pedir permiso, sin tocar la puerta, sin avisar, llega (la enfermedad) a invadir
todos los espacios de la casa, entra así… Sin saludar, tomándose los lugares
que eran sagrados para ti, que estaban diseñados para compartir felicidad con
esa pareja, para reír… Para soñar… Cambia todo, empezando por el tiempo que es
corto y ya no hay tanto ni para ir al cine, a comer o a bailar. Las
citas médicas, las cirugías y los cuidados se apoderan de ese tiempo.
Esos vestidos que usabas para salir que a tú pareja le gustaban serán
reemplazados por camisas anchas y pijamas de botones que te permitan mover
fácilmente y sean cómodos para las posibles cirugías. La ropa interior pequeña
y sexy quedará en el cajón mientras unos brasieres grandes terapéuticos te
acompañarán un buen tiempo.
Y
tú cuerpo cambia, y tú color, y tú peso y tu fuerza. Ese espejo al
que te mirabas para verte linda te va mostrando una verdad que te aterriza día
a día a tú nueva vida, que te duele pero que te enseña.
Se
apodera de ti, de tus días y tus noches, de tus pensamientos porque todo
cambia, todo sin tú querer, y aunque haces el mayor esfuerzo para que todo siga
igual, en tu hogar pareciera que por momentos se apagara la luz, porque el
miedo, la incertidumbre y la angustia tienen tonos de grises y opacan cualquier
brillo que pueda existir.
Y
es allí, donde sentirse amado forma parte del proceso de sanación, es el
aliciente para sentir que luchar para vivir vale la pena, es la oportunidad de
sentir para quienes somos importantes y son cada uno de esos seres como
carbones que avivan esa llama, esa luz llamada esperanza .
El
amor llega de muchas personas, a veces no, la familia, los amigos y para
quienes tenemos pareja de aquel que nos eligió y prometió querernos y amarnos
no sólo en la salud y la enfermedad sino hasta que la muerte nos separara, ni
siquiera hizo falta el contrato, iba firmado en el corazón.
Suena
divino, pero no es fácil, es una situación que los somete a momentos duros de
tensión, de miedo, de tristeza y de dolor. Es la oportunidad no sólo de saber
de qué está hecho cada uno, sino de darse cuenta de lo que han construido como
pareja desde el amor…
Ahora,
el hombre que ama de verdad sufre como nunca, se llena de miedo de pensar que
esa mujer con la que decidió construir su futuro quizás no esté más, la mayoría
lo hacen en silencio porque en teoría deben ser fuertes, pero se preguntan a
solas que sería de la vida sin ella… Donde quedaría su alegría y la de su
familia… Para donde se irían esos sueños por cumplir… A esos
hombres que aman de verdad, la enfermedad también les llega y les duele en el
alma.
Algunos
“le ponen el pecho” y cambian el observador para mirar su pareja con empatía,
respeto y admiración. Algunos de ellos deciden dejar en “reposo” esa mirada
donde veía esa mujer que ante sus ojos no había una más hermosa y sexy para él
y elige ver la belleza de su corazón. Y es ahí… Precisamente ahí donde aparece
lo que es el amor. Donde se descubre que somos uno y que está enamorado de su
esencia, de su alma, de lo que ella está hecha… Y se queda ahí, pasando noches
en vela a su lado, invirtiendo el tiempo juntos en horas de hospital, cambiando
las copas de vino por remedios, y los abrazos duros apretados por unos suaves
que no lastimen el cuerpo pero que sanan el alma.
Hay
hombres muy valientes que también deciden pelear. Que se van de escuderos a esa
batalla llevando las armas de esa mujer que aman y que saben que sola tiene que
luchar. Pues aunque algunos quisieran dar la vida por ellas y ser quienes
estuvieran en su lugar, saben que no pueden hacerlo y que es ahí, al lado,
viéndolas pelear como guerreras, viéndolas enfrentar con dignidad lo que ellas
tuvieron que hacer, donde crece la admiración y por supuesto se fortalece el
amor. Esos escuderos se quedan ahí, haciendo todo lo posible.
Lamentablemente
esta batalla es dura y muchos no logran llegar hasta el final. No los
juzgo, es difícil y se cansan, aunque algunos son cobardes y se van antes de
empezar, otros deciden lucharla pero en el camino… Entregan las armas, se dan
por vencidos, no dan más….Es que eso es para machos, pero nos son muchos, solo
los valientes, muy valientes!
No
es fácil para ellos renunciar a sus comodidades, convivir con el miedo y la
incertidumbre. Tampoco lo es tolerar en la otra los cambios de humor, sus
lágrimas constantes y quizás su pesimismo no es para nada divertido.
Puede
ser cobardía, puede ser miedo, pero sea lo que sea, se va el amor… Las dejan
ahí, solas, tiradas en medio de la batalla, cuando saben que están aporreadas,
que su cuerpo es más débil, que son vulnerables, cuando son conscientes que son
su mayor ayuda… Que son su mayor pilar… Se van… Las dejan ahí al frente de esa
bestia de tres cabezas que las mira de frente, con deseos y ahora con más
poder!
Ellos
que son el sexo fuerte en momentos como estos, alguno no lo son… Son débiles,
salen corriendo, y no miran para atrás y se llevan con ellos las cosas, la
historia y los sueños y pareciera que antes de salir por esa puerta apagaran
nuevamente la luz de la esperanza.
Lo
siento mucho por ellos, pues la mujer que queda llena de dolor, que quizás toca
fondo por algún momento porque ese abandono duele en cuerpo y alma, tiene así
no quiera que levantarse, armarse de nuevo, sacar fuerzas de donde no hay y
enfrentarse a su enfermedad que no da tregua, que no da pie a descansar, que
por el contrario pide más. Y no sé cómo esa mujer si es valiente,
ella que si sabe lo que es enfrentarse a lo más difícil, toma la decisión de no
entregarse, se levanta como el ave fénix de las cenizas y va creciendo y
volviéndose más sólida y fuerte que nunca.
El
se la pierde a ella y a lo que se viene, pues ese tiempo pasa, más rápido de lo
que se cree. Vuelve el tiempo para estar juntos, para ver un atardecer, tomar
muchos cafés y junto a él soñar de verdad. Más, todavía más… Y sobre todo de
querer cumplir esos sueños ya, porque se siente que nada puede esperar.
Los
que se van se pierden esos abrazos fundidos para siempre, esa sensación de
sentir no que somos el uno para el otro, sino que somos uno solo, ese placer
que da saber que si es posible llegar juntos, viejitos de la mano hasta que la
muerte nos separe.
Se
perdieron esa mujer, esa que se conoció de verdad, que se aceptó y transformó
su alma y su corazón. Se perdieron que ella les diera su amor infinito y toda
su gratitud de por vida por lo que hicieron por ella. Se perdieron esa pareja,
esa cómplice para siempre.
Se
perdieron poder tener la sensación de felicidad de ayudar a quien amas, de
conocerse y darse cuenta que pudieron. Que son valientes, y sobretodo que son
humanos. Se perdieron la sensación de bienestar que da servirles a los demás. Pero
sobretodo se perdieron sentir lo más importante, lo que no se puede comprar:
que existe y se puede vivir en el verdadero amor.
Esa
mujer disfruta hasta el más mínimo detalle. Esa mujer es libre de apegos, de
complejos y de sufrimientos en vano, esa mujer es transparente, es así como es,
sin miedo a que la juzguen y a que no la quieran.
La
casa recupera más color que nunca y la alegría de vivir se siente en cada
rincón. Vuelve la música, la minifalda y el labio rojo y los abrazos apretados.
Y esa sonrisa y ese sabor propio del amor se apoderan de los dos como nunca…
Porque es un amor maduro, real, incondicional y sobretodo eterno….
Eso…
Eso se lo perdieron ellos que seguirán huyendo cada que encuentren algo que les
genere dolor, que quizás se la pasaran tratando de buscar donde está el tan
anhelado y perfecto amor…En cambio ella, recogerá lo que tanto aprendió,
será más feliz que nunca y agradecerá a la vida que los días, meses o años que
le queden, no estén invertidos al lado de quien no la merezca. Ella, encontrará
nuevamente el amor, que se manifiesta de muchas maneras porque el solo hecho de
vivir la hará feliz.
Ella
sonríe genuinamente cada mañana al abrir sus ojos y ellos… eso también se lo
perdieron.
Con
cariño Sophie.
Tarot
Sophie 806
51 62 47.
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